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CUANDO LA MENTE SE ENRUTA

Hay cosas que el cuerpo sabe antes que la mente.

El día que te subiste por primera vez a una moto, algo en ti se activó. Algo que ni sabías que tenías adentro. No fue la velocidad, ni la ruta. Fue el silencio que apareció en medio de todo el movimiento.

Muchos lo llaman libertad. Otros, adrenalina. Pero si eres motociclista, sabes que es más que eso.

Es foco. Es paz. Es estar despierto sin pensar. Como si el mundo se apagara y el alma se encendiera.

Y ahora, resulta que la ciencia lo confirmó.

Un grupo de investigadores de la Universidad de California decidió ponerles sensores a los cuerpos de los motociclistas con electroencefalogramas, medidores hormonales y pulsómetros.

Eligieron a un grupo de pilotos, los subieron a una Harley-Davidson y los compararon con otros al volante de un carro o simplemente sentados.

Querían saber qué pasaba en el cerebro al estar subido en una moto. Y lo que encontraron fue algo que nosotros ya sabíamos.

Cuando estás sobre la moto, el estrés baja. La concentración sube. El cerebro se afila. La mente se calma.

Tu cuerpo reacciona como si estuviera en alerta, pero sin miedo.

Te lo dijeron toda la vida: “ten cuidado, es peligroso”, “eso es pura adrenalina”, “te vas a matar”.

Pero nadie te dijo que montar en moto podía ser una forma de meditación activa. Que el cerebro entra en un estado de presencia total. Que el ruido de afuera desaparece, y que por fin escuchas lo de adentro. En el estudio realizado por la Universidad de California, los neurocientíficos midieron la actividad cerebral de motociclistas reales mientras rodaban y descubrieron que sus ondas alfa, las mismas que disminuyen cuando estás atento y enfocado, bajaban significativamente. Eso significa que la mente no se dispersa: se afina. Al mismo tiempo, el cuerpo liberaba más adrenalina, como si entraras en modo alerta, pero también reducía el cortisol, la hormona del estrés.

¿El resultado? Un estado que los científicos describen como atención relajada: alerta, pero en calma. Presente, pero en paz. Rodando, pero hacia adentro.

Montar en moto no es escapar. Es volver. Volver al presente. A la piel. Al vértigo. A ese punto exacto donde estás vivo y lo sabes. No necesitabas un estudio para saber que montar en una Harley-Davidson te acomoda la cabeza. Porque en esos días en los que el mundo pesa, en los que la mente se llena de pendientes, de pantallas, de notificaciones, de cosas que no pediste y sientes que te estás ahogando en lo urgente, la moto está ahí.

Porque sí, hay estudios, hay gráficos, hay datos. Pero la verdad no está en el laboratorio. Está en la curva donde dejas de pensar y en el viento que te alinea. En ese instante en que la moto, el cuerpo y el camino se convierten en una sola cosa. Ahí está la prueba.

No hace falta entenderlo. Basta con subirte y rodar.