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HACIA EL FIN DEL MUNDO EN UNA PAN AMERICA

Hay un instante en la vida donde todo se jode o todo se ilumina. Para Luis, ese instante fue la pandemia. Y no solo para Luis, toda la humanidad, literalmente sintió la muerte más cerca que de costumbre. El COVID lo puso cara a cara con el fin de la vida y con la fragilidad de nuestra propia existencia.

La pandemia nos confrontó a todos con preguntas sobre la forma en la que vivimos la vida. Para Luis la pregunta fue "¿Te vas a morir sin haber hecho ese viaje?” Ushuaia lo llamaba y después de casi morirse entubado en una clínica, ya no había negociación posible.

La primera vez que Luis se subió a una Harley-Davidson, hace 12 años, entendió que

estas motos tenían alma.

Y que quienes las montan toman una decisión acerca de quiénes son, quiénes quieren ser y cómo quieren vivir su vida. Existe un código silencioso entre los que manejan una Harley-Davidson que, si alguien por fuera de este mundo les preguntara, la única

respuesta válida sería “Si pudiera explicarlo, no lo entenderías" Tal vez sea el ritmo a veces hipnotizante del motor, o la satisfacción de pertenecer a una comunidad que vive el valor de la identidad de cada individuo, el sentido del “yo” y la decisión existencial de atreverse a vivir con libertad.

El viaje a Ushuaia de Luis no fue un capricho. Fue una declaración de guerra contra la inercia. Fue la prueba de que la vida no espera. Que el miedo es un espejismo que solo se atraviesa cuando te dejas de pendejadas. Que da igual si eres abogado, médico, artista o ingeniero:

si una Harley- Davidson está en tu garaje, tienes que honrar un deseo anticonformista

Aunque Luis había estado enganchado primero con una Breakout, el fin del mundo exigía otra máquina. La Pan America. Una moto conocida por su comodidad, capacidad de carga y la resistencia de un diseño pensado para devorar miles y miles de kilómetros en carretera.

Luis ya la había probado en Colombia, 24.000 kilómetros de entrenamiento salvaje. Sabía lo que esta moto le podía dar.

Luis y su esposa dejaron trabajos, horarios y el falso consuelo de la estabilidad.

Cruzaron el umbral con una certeza absoluta: la vida no espera.

El viaje arrancó en Colombia, cruzando Ecuador por sus carreteras llenas de curvas entre volcanes y nubes bajas. En Perú, la Panamericana Sur los llevó entre dunas y acantilados que caen sobre el Pacífico y en Arequipa se enfrentaron al primer desafío: se quedaron varados por 10 días, interrumpiendo el itinerario que Luis tan cuidadosamente había hecho previamente a su viaje. Esto los obligó a implementar jornadas de 600 km al día, sin frenos, sin excusas y solo parando a tanquear.

Luego, llegaron a Bolivia, que fue un golpe a los sentidos con el Salar de Uyuni, un mar de sal que se confunde con el horizonte, y La Paz, un caos poético. Ya en Argentina, la legendaria Ruta 40 les ofreció postales de otro planeta: la Quebrada de Humahuaca, los valles calchaquíes, el hielo de la Patagonia y en Comodoro Rivadavia, el viento los recibió con ráfagas de 50 km/h que querían sacarlos del camino. Luis inclinaba la moto, su esposa se aferraba con miedo, pero detenerse no era opción.

La batalla era cuerpo a cuerpo, pero luego, finalmente pisaron la mítica Ruta 3, donde solo quedaba un destino: el Paralelo 54° Sur, en Ushuaia, donde todo motociclista que se respete se toma la foto de la gloria.

En una pequeña cafetería de motociclistas, les sellaron el pasaporte. Un ritual sagrado. No era solo tinta sobre papel.

Era la prueba de que el sueño en su Pan America se había vuelto real

y que se había cumplido a sí mismo.

Después de viajes así, el cuerpo vuelve, pero el espíritu queda en la ruta.

Luis hizo 23.000 kilómetros en 64 días. Y ahora, sentado en su casa, con las manos inquietas sobre el teclado, sabe que todo fue un parpadeo. Daría cualquier cosa por estar de nuevo ahí otra vez.

Por eso, Luis ya tiene un nuevo destino en la mira: Alaska. Desde Colombia hasta el techo del continente, persiguiendo la última frontera, desafiando la Dalton Highway, el hielo y la soledad de los confines del mundo.

Si todavía crees que la Pan America es solo otra moto, o que no es una Harley-Davidson por ser una moto de Adventure Touring, aparta todas las excusas y empieza a buscar en los mapas, ese viaje que tienes en la mente desde hace rato, porque una experiencia así, no la vas a experimentar solo leyendo este blog.